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24 horas de emociones en una escapada al Hotel W Punta de Mita

Por , 19 de febrero de 2018

Lo dicen los científicos, el sonido de las olas del mar tiene un efecto relajante tan profundo como el de algunas hierbas medicinales. El ritmo y la reptición te ayudan a despejar la mente y te hacen entrar en un estado de meditación. Así fue cómo me desperté: con ese sonido tan poderoso, capaz de atravesar las puertas de cristal de mi habitación, pero tan suave que me permitió seguir durmiendo por un buen rato más.

Cuando por fin me hice el ánimo de levantarme, salí a la terraza y me encontré en un paraíso: todo a mi alrededor era selva, se escuchaban los pajaritos y olía a tierra mojada. Y no, no me lo había imaginado, al fondo también estaba el mar. Perdón, perdón, todavía no te digo dónde estaba: ese día me desperté en el hotel W Punta de Mita.

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Punta de Mita se encuentra 40 km al norte de Puerto Vallarta y gracias a su naturaleza y a sus playas casi secretas, se ha convertido en uno de los destinos top del país. Ahí está el hotel W, un lugar tan exclusivo como relajado que te invita a entrar en un mundo de fantasía, buena comida y diversión en toda la extensión de la palabra. Aquí te cuento todos los detalles de mi experiencia.

playa hotel w punta de mita

8:30 a.m.

La verdad es que desde que me levanté, yo ya tenía hambre y estaba lista para irme al buffet; pero mi esposo me convenció de empezar el día con una caminata en la playa, que a esa hora era casi privada para nosotros. Confieso que valió la pena, gozamos de la arena suavecita entre los dedos y ahora sí, nos ganamos el desayuno.

10:00 a.m.

Llegamos a Venazú, un restaurante alegre y colorido que parece estar de fiesta todos los días. Ahí entre máscaras de madera, calaveritas y figuras de gallos, se acomodan cada mañana decenas de platillos dulces y salados que puedes probar a tu antojo. Decidimos tomar una mesa en la terraza y todavía no me terminaba de sentar, cuando ya me estaban sirviendo mi café y mi jugo verde.

mascaras desayuno hotel w

Creo que estarás de acuerdo conmigo, en los viajes de pareja también se vale (y se necesita) pasar momentos separados. Así que después del desayuno mi esposo se adelantó a la alberca, mientras yo, que quería tomarme el día con más calma, aproveché para armar una sesión de spa en mi propio cuarto.

11:00 a.m.

Desde que llegamos al hotel, me cautivaron los aromas de los productos de baño que son de una línea exclusiva que se fabrica para todos los hoteles W del mundo. La combinación de ingredientes como el limón amarillo y la salvia, resultan en fragancia adictivas y energetizantes.

Hace mucho que no veía un baño de hotel que tuviera tantas amenidades: además de los básicos de siempre, aquí te ponen esponja, cepillo de dientes, exfoliante, sales para la tina, rastrillo y hasta repelente contra mosquitos. Este es un punto a favor por si un día te animas a organizarle un viaje sorpresa a tu otra mitad, en el que ni siquiera tengan que preparar mucho equipaje.

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12:30 p.m.

Tuve suerte, iba saliendo del cuarto justo cuando pasó uno de los carritos de golf decorados que circulan por todo el hotel. Le pregunté al conductor si estaba libre y me respondió con una sonrisa y un ¿a dónde la llevo? Le pedí que me dejara en la WET pool, una amplia zona que además de la alberca principal tiene dos jacuzzis, camastros XL, sillones colgantes y un bar que sirve cocteles, champagne y agua de coco.

Ahí estaba mi esposo en mood de remojo y dos minutos más tarde, también yo estaba flotando en la alberca. Cuando recuerdo ese día inmediatamente pienso en la música. ¡Qué buena música! de esa que ni te das cuenta a qué hora empezó, pero que te acompaña y te pone de buen humor. ¡Ah! con razón – dije en voz alta – cuando finalmente vi que había un DJ tocando del otro lado de la alberca, este es otro de los sellos del grupo W.

Ver hotel

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2:00 p.m.

Cuando el sol se puso más fuerte corrimos a refugiarnos bajo la sombra de la Chevychería, el restaurante que ya es tan famoso como el propio hotel y que ha ganado miles de likes en las redes sociales por su concepto, pero cuyo éxito está en el sabor y la frescura de los platillos.

Nos sentamos en la barra y un simpático chef tapatío (que en su otra vida debió haber sido sinaloense) nos preparó un aguachile estilo Mazatlán y un ceviche de atún con aguacate y jugo de toronja que estaban ex-qui-sitos. ¿Ya te fijaste? el restaurante está construido en la carrocería de una camioneta Chevrolet de los años cincuenta, de ahí viene su nombre.

chevycheria hotel w

3:30 p.m.

Después de la comida y de la asoleada teníamos muy clara la siguiente actividad ¡hora de la siesta! (para eso son las vacaciones ¿no?) Llegamos al cuarto y nos lo encontramos limpiecito, con la cama perfecta y unas batas suaves de algodón que nos hicieron ojitos.

Las habitaciones son todo un agasajo para los sentidos y están llenas de detalles originales que se podrían englobar bajo un concepto mexicano-surfer. Créeme, aquí los zarapes, los pisos geométricos, y las imágenes de Frida Kahlo y hasta de Emiliano Zapata (con su tabla de surf bajo el brazo) conviven a la perfección para recordarte que estás en un lugar fuera de lo convencional.

interior habitaciones hotel w

5:00 p.m.

La tarde se nos pasó volando entre una nadadita en el mar, otro chapuzón en la alberca y un largo paseo para explorar más del hotel. Fuimos a ver de cerca la laguna central, hojeamos las revistas del lobby, pasamos a la tienda (en la que venden recuerditos para llevarte la decoración del hotel a tu casa) y nos topamos con un precioso mural de un jaguar rodeado de vegetación.

En ese paseo fuimos descubriendo diferentes elementos de la cultura huichol o wirrárika que hacen un homenaje a las tierras en las que se construyó el hotel. La pieza central es el camino huichol, elaborado con pequeños mosaicos de colores y que atraviesa todo el edificio principal, desde el lobby hasta llegar al mar.

También notamos que los árboles más antiguos de la propiedad, están marcados con un ojo de dios (tejido con estambre de colores) para indicar que son sagrados.

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9:00 p.m.

Por la noche la cita para una cena romántica fue en el Spice Market, un restaurante inspirado en los mercados callejeros del sudeste asiático en el que probamos novedosos sabores de la India, Malasia, Vietnam y Cambodia. Mis platos favoritos fueron los rollos primavera y las samosas de pollo (unas empanaditas con salsa de yogurt y cilantro). El postre resultó una grata sorpresa: pastel helado de chocolate, con palomitas caramelizadas y toques de pimienta rosa.

cena restaurante spice market

11:00 p.m.

Después de la cena, el sonido de las olas nos invitó a ir de nuevo a la playa, no nos esperábamos encontrar el cielo lleno de estrellas. Me acosté en un camastro y sin darme cuenta me perdí en ellas. En eso, vi que una se estaba moviendo ¡sí! parecía que estaba volando…era una estrella fugaz. Nunca antes las había visto y aunque duró un micro-segundo, yo estaba segura de que eso me daba derecho a pedir un deseo, que preferí guardar para después.

Terminamos una noche llena de emociones regresando a nuestra habitación en scooter o patín del diablo, otro de los medios de transporte al más puro estilo W.

10:00 a.m.

A la mañana siguiente salí del hotel sintiendo nostalgia: por el viaje que terminaba y por no saber si algún día regresaría a ese mágico lugar. Justo entonces me acordé de la estrella, y pensé ¡listo! ya se cuál es mi deseo.

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En este enlace puedes ver más fotos del hotel, un mapa de dónde se encuentra exactamente, y cuánto cuesta una escapada en diferentes fechas.